Periodistas para la historia: Pedro Simón

Ronda los cuarenta pero se mantiene fresco como una lechuga. Tengo entendido que tres criaturas le roban el corazón y que, corríjanme si me equivoco, las nombra siempre que puede. El diario El Mundo ha sabido aprovechar todo el jugo que suelta este chico, y ha marcado un antes y un después en el periodismo de denuncia. El año que ahora acaba vio nacer su último libro, Memorias del Alzheimer, y que dio que hablar por todo nuestro pequeño mapa.

Pedro Simón, periodista en El Mundo, autor de ‘Memorias del Alzheimer’ y futuro periodista para la historia.

Cuando pisé por primera vez la redacción de El Mundo ni siquiera reparé en él. Al poco tiempo, cuando todo empezó a ir un poco más rodado, el nombre de Pedro Simón en el papel era mi preferido. Todo esto llegó al punto de convertirse en la historia de la niña que se pone nerviosa cuando su profesor preferido, el de Literatura, le recomienda un libro, pero sin que hubiera recomendaciones. Mientras estuve allí, conocí primero sus letras y después su nombre, y hasta así parece que te entra más por el corazón. Tenía fotos de sus criaturas, una sonrisa para todo su entorno y se llevó grandes aplausos cuando yo me sentaba dos filas de mesas por delante.

Conquistó al mundo humanizando una enfermedad con sus Memorias del Alzheimer, se consagró en una especie de salvador de todos a los que la enfermedad acecha, desde dentro y desde fuera. Con voz tranquila se ganó el corazón de todos los cuidadores de este país, y seguramente se ganará el del resto del mundo en algún momento. Conquistó, tiempo ha, a los que en momentos de tristeza, podían disfrutar de un anecdotario como Buenos días, tengo una exclusiva: he sido asesinado. Y acaba de conquistar, en estos últimos meses, a todos los jóvenes periodistas que en algún momento pensamos que sería mejor cambiar de libro. A todos los hombres y mujeres que en algún momento, se plantearon dejar de luchar. Porque a los que estamos abajo, nos gusta que de vez en cuando, aparezca un pequeño salvador que se siente a nuestro lado y nos diga que no, que no dejemos de luchar, que así, a simple vista, la cosa está muy fea, pero que no cambiará mañana si nos sentamos con los codos sobre una mesa camilla y la mirada en un pasado que fue mejor.